viernes, 28 de agosto de 2009

Roy Haynes: pretexto perfecto para un puente entre generaciones


Como nunca antes, hoy este post se vuelve más personal ...

Así es que como si de un azar profético se tratase, hoy tuve la suerte de que mi padre se inspirara y tras una breve llamada me propusiera ir al concierto de Roy Haynes en el Anthropology Live Club. Acepté fácilmente la cálida invitación, sobre todo en esta etapa de quiebra financiera de mi cartera en la que el jazz se recibe como un excelente alimento espiritual, y en este caso la redención kármica costó $769 por alma.

Como buen previsor de un concierto que soy, nos dimos a la tarea de llegar casi una hora antes, a lo que mi padre consideró descabellado pues ya teníamos lugares, pero sin duda esa es mi vena y manera de entender el ritual de un evento así. Justo al centro del escenario, unas 6 mesas por detrás teníamos una visión idónea y la espera, cortesía mía, se hizo un poco larga.

En ese intervalo mi padre me cuestionaba sobre el origen y la intensidad de mis impulsos para/con la música, algo que sabe e intuye, pero quizás hoy en especial quería que lo deletreara de nuevo y que mis gesticulaciones le hicieran patente como me nutre el estar en contacto con ello. Fantasée como lo hecho antes, con esa alter vida que pudo haber iniciado en mis incipientes clases de teclado Yamaha a los 9 años, pero sin duda me faltó, como muchas veces, expresarme por completo y aclarar que el sonido sintético sencillamente no me pertenecía. Me faltó la sutileza de pedir sentarme al piano, uno que en ese entonces había en casa de mi abuela y que hubiese podido construir un puente distinto al de hoy.

Aún así seguí platicando con mi padre, me sentí muy cercano y su brazo en mi hombro un par de ocasiones me hizo saber que estaba en el lugar correcto. He de decir que hacía mucho tiempo no compartía el disfrute de asistir a un concierto en su compañía, pero sobre todo, hace tiempo no lo veía tan sonriente empatando sus actividad con la de su melómano hijo. Se abrió una breve pero consistente oportunidad de compartir, de dialogar y sobre todo, de una empatía mutua en el camino del otro, en dos vidas muy distintas que en ocasiones viajan en paralelo, en otras no.

La discursiva e imaginativa platica se vio interrumpida de pronto por la aparición de Roy Haynes en el escenario. Ataviado con un prístino saco blanco por encima de una llamativa camisa verde, esta leyenda del jazz y de la música no reparó en una gran entrada excepto la que conducía a su batería. Acompañado de piano, contrabajo y saxofon durante 2 horas condujo al público por una marea de diversas latitudes. Desde delciosas piezas de los 30's hasta compsiciones propias recientes, Haynes demostró por qué es una leyenda viviente. Su estilo único, ágil y conciso de cuadros figurativos sin pirotecnia gratuita dejó entrever que sigue siendo el mejor heredero del post-bop de los años 50's. Como si tratátase de un pintor que utiiza diversos colores y texturas, Haynes ha tomado un poco del lenguaje de colaboradores clásicos como Louis Armstrong, Dizzy Gillespie, Miles Davis y Pat Metheny entre otros para articular una manera muy personal de conducir a su cuarteto.

Colorida y con muchas facetas se desenvolvió la presentación de Haynes, un hombre que a los 86 años sigue tomando el timón de su nave y que en ese acto expresa su mayor disfrute. Un hombre que sonríe profusamente al ejecutar, que se deja llevar por la improvisación más libre en más de la mitad de su repertorio y que me recuerda sin duda a un pez. En la batería rejuvenece, se mueve sin dificultad y todo está a su alcance gracilmente, pero que al separarse de su instrumento, está fuera de su elemento y se le dificulta caminar bien acusando una gran joroba y el trastabilleo se asoma a cada paso.

Haberlo escuchado fue el inicio de la construcción un puente, desde los suspiros de mi padre escuchando Porgy & Bess hasta mi incesante mano tratando de seguir el ágil ritmo de Law Years, la noche se sucedió en intensos comentarios con él tras cada pieza. Recordé esa vena que tengo y su origen: muchas cabezas quietas a mi alrededor en varios pasajes de la noche, sin embargo mirando de reojo a mi padre, me sentía en sintonía con él en ese vaivén que caprichosamente ha decidido seguir la rítmica del bajo, o el piano, o el sax, o la batería o simplemente la vida.

Ya con los cimientos de dicho puente, lo que siguió puedo catalogarlo como inverosímil o como perfectamente natural, y al final me deja exactamente el mismo sabor.

Apenas hubo acabado el concierto, me dispuse rápidamente al baño, pues las 3 cervezas habían hecho ya su labor. De regreso casi frente a mi camino, sospeché ver un rostro conocido. Di unos pasos más y me sorprendí al ver que ese rostro era de Antonio Sánchez, sin duda el mejor baterista mexicano joven (musicalmente exiliado en NY desde hace años) y quien desde hace tiempo colabora con el genial Pat Metheny. Sin mucha posibilidad de planear algo, me acerqué a su mesa, me presenté (de seguro con una enorme sonrisa) y lo felicité por su maravilloso trabajo e ímpetu como músico, y cual ráfaga periodística, arreglé una próxima entrevista.

Tras ello retomé mi paso rumbo a la mesa con mi padre. Apenas me senté le platiqué la anécdota y quiso conocerlo, o al menos ver su rostro. Pero en esa búsqueda de caras, de pronto me señaló a alguien que se encontraba a unas 5 mesas, y me preguntó si aquel individuo era Tino Contreras, sin duda el mejor baterista mexicano que ha existido, y rascando un poco en mi memoria le confirmé que el poseedor de ese rostro era él. Emocionado, me contó que las primeras veces que salió con mi madre y queriendo impresionarla, decidió llevarla a un bar en el que cada semana tocaba Tino Contreras y su banda, hace 37 años. Más impresionante aún fue saber que hace casi 50 años era ya un asiduo de sus furiosas presentaciones en diversos lugares, así es que sin duda se convirtió en agente importante en la vida de mi padre y su fascinación musical.

De pronto mi padre se puso de pie y me pidió que lo acompañara, y antes de que me diera cuenta, estábamos en la mesa de Tino. Yo absorto. Ellos alegres recordando la época dorada del jazz mexicano. El caballero Contreras ha llegado ya a los 88 años y su estado se resume en su respuesta a un comentario de mi padre... "recuerdo cuando tocabas en el bar de la Cuauhtémoc, era genial ver a la gente bailar..." y a lo cual respondió "tocaba? si ya tiraron el lugar, pero sigo tocando en un bar cerca de ahí, sigo vivo, sigo disfrutando la vida". Tarjeta en mano del gran Tino Contreras, nos levantamos de la mesa para despedirnos y ante mi un gran abrazo fraternal, como si se tratase de grandes amigos, cerró la noche con la última pieza de ese gran puente que hoy se materializó.

Larga vida a Tino, Roy, Antonio y en especial a mi padre (redoble, bombo y platillos)

.......

y si la curiosidad los mata

http://www.youtube.com/watch?v=fZtt5MlcdMA (jovenazo a los 80)
http://www.youtube.com/watch?v=efERFCN0B_0 (solo al min 1:00)
http://www.youtube.com/watch?v=HGn6oE2hKik (adelanten al minuto 1:25)

1 comentario:

  1. Mi estimado,

    Hasta hoy tuve oportunidad de leer tu artículo. Como siempre, no queda más que agradecerte por la experiencia; tienes ese talento único y sublime de poder transmitir con tus palabras esas emociones que al menos yo asociaría únicamente con escuchar música.

    A ver si en un par de años nos vamos a Montreal. =).

    Un saludo desde Seattle
    -Rafa

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